Panteón romano

El Panteón romano es una de las construcciones más representativas de la época del emperador Adriano. La heterogeneidad estilística del edificio ha sido reconocida con frecuencia, aduciendo de que se trata de la mezcla de un frontispicio de columnas de inspiración griega con un espacio interior cuyo gran efecto monumental sigue más bien la tradición romana. No obstante, la vista exterior actual del edificio no coincide con la vista que tenía el espectador en la antigüedad.

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Famoso por su pórtico de ocho impresionantes columnas corintias de granito, con otras ocho detrás (todas ellas sostienen un vasto frontón triangular) el edificio principal del templo es un círculo coronado con la que sigue siendo la bóveda de hormigón más grande del mundo. El diámetro del edificio es de 43 metros y su altura desde el suelo de mármol ajedrezado hasta la parte más elevada de esta altísima cúpula es exactamente la misma. Aunque la bóveda es la característica más llamativa, se puede apreciar el suelo, que no se ha cambiado desde la época del Imperio Romano.

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Aunque en un principio se construyó como templo para los dioses de la Antigua Roma (“Panteón” significa “para todos los dioses”) este edificio se ha utilizado como iglesia católica romana desde principios del siglo VII. Esta conversión al cristianismo tuvo una gran influencia en la decoración interior del edificio. Desde las muchas obras maestras del Renacimiento que ahora adornan los curvados muros de la rotonda hasta todos los cristianos notables enterrados en sus tumbas, incluido el rey italiano Humberto I y el famoso artista Rafael, el Panteón reúne la mitología romana y el dogma cristiano de una manera muy bella.

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Actualmente en el Panteón romano, se aprecia una vista paralela de la antesala y del recinto formado por el tambor (el fundamento cilíndrico) y la cúpula. Sin embargo, antiguamente esto se evitaba, gracias a las dos columnatas laterales que flanqueaban la fachada, que ocultaban el cuerpo de la construcción que quedaba tras ellas. Además, la plaza de Adriano era mucho más grande que en la actualidad, con unas proporciones geométricas que causaban una impresión más armónica.

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No obstante, el Panteon romano muestra en efecto, cierta disonancia del tipo estilístico. Posiblemente dicha disonancia sea el resultado del obstinado intento de Adriano de armonizar su filohelenismo con el magnífico elemento político propagandístico del colosal edificio como portadora de mensaje ideológico.
El interior del Panteón romano se concibió según la orientación romana, a fin de reflejar una imagen de perfección geométrica a través de su imponente cúpula semicircular, cuyo diámetro correspondía a la altura del edificio. Todas las relaciones entre las diferentes partes de la construcción y los ritmos de la composición fueron controlados estrictamente, cuyos objetivos eran regularidad y simetría, que lograban transmitir la impresión de continuidad espacial.
Una arquitectura tal, expresaba los deseos y las esperanzas de estabilidad característicos de los emperadores romanos, mediante el mensaje tanto concebible objetivamente como experimentable anímicamente de la aeternitas imperii la anhelada existencia eterna del imperio. Este mensaje trató de transmitirse así mismo de forma inequívoca y vigorosa tanto política como ideológicamente. El anhelo omnipotente de lo ilimitado perseguido en el Panteón, encontró  su expresión más clara en la comparación -subliminal, pero intensa- de la enorme cúpula con la bóveda celeste. Esta asociación se propiciaba, e incluso se sugería, por medio de una apertura redonda de casi nueve metros de diámetro que, sin ningún tipo de ventana, establece contacto directo con el cielo.
Otro aspecto que convierte el Panteón en una obra de extraordinario significado es, sin lugar a dudas, la aplicación de una notable técnica arquitectónica. Dicha técnica, según se sabe, se remontaba a una tradición arquitectónica que ya se había utilizado antes en el mundo romano en obras como las rotondas de las Termas de Baiae y de la propia Roma. Uno de los recursos utilizados más importante fue el cálculo exacto de los huecos y de todos los elementos de construcción, lo que hacía posible que el tambor pudiese soportar el peso de la enorme cúpula. Esto fue factible gracias a que ésta representaba una extensión que iba disminuyendo gradualmente desde abajo hacia arriba. Filippo Brunelleschi (1377-1446) el arquitecto de la cúpula de la Catedral de Florencia, estudió atentamente este método a principios del Renacimiento. La forma de construir los muros tanto en este edificio como en otros edificios de la Roma clásica despertó en él grandes inquietudes creativas y constructivas.
De gran interés es también la suntuosa decoración que se conserva en gran parte. Ésta se puede apreciar tanto en el suelo como en las paredes, en la combinación de diferentes colores.

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