Castillo de Coca

El Castillo de Coca es una expresión de la arquitectura gótico-mudéjar en la provincia de Segovia, España.
El Castillo de Coca fue construído a mediados del siglo XV sobre un meandro del río Voltoya y justo en su desembocadura en el río Eresma. Esta intersección de ríos crea una pequeña elevación sobre el terreno de pinares que es aprovechado para edificar este castillo.
La villa de Coca, es una población milenaria, previa a la llegada de las legiones romanas a Iberia. De la ciudad romana de Couca saldrá el gran emperador romano Teodosio. Este castillo fue realizado por alarifes sevillanos, expertos trabajadores del ladrillo mudéjar del siglo XV. Lograron un material resistente a las nuevas armas de artillería y de fácil trabajo para crear elementos decorativos.
La importancia de esta villa hace que siempre haya poseido murallas defensivas y pequeñas torres fortificadas.


A mediados del siglo XV, la villa fue propiedad de Don Íñigo Lopez de Mendoza, marqués de Santillana, del que más tarde descendería el Cardenal Mendoza y los duques del infantado, en época de los Reyes Católicos.
En 1451, fue intercambiada con D. Alonso de Fonseca, obispo de Ávila y arzobispo de Sevilla, que consigue del Rey Juan II el permiso para la construcción de una fortaleza. Debido a una prolongada ausencia, D. Alonso cede Coca a su hermano D. Fernando de Fonseca, que iniciará el planteamiento de la fortaleza.


La capilla del siglo XVI, de estilo mudejar que contiene sin embargo varias obras de arte de estilo Hispano-Flamenco de gran valor, como dos tablas con la Virgen con el Niño y un cristo de influencia bizantina.
No obstante será su hijo D. Alonso de Fonseca y Acevedo, sobrino del obispo de Ávila, quién lleve a cabo las labores de arquitectura y construcción ya en los últimos años del siglo XV.

Capilla medieval.

Debido a esto, aunque el castillo mantiene su carácter defensivo, en su interior, al igual que en el castillo de La Mota en Medina del Campo se construirán unas formas más palaciega y aptas para fiestas y homenajes. Por este castillo pasarían muchas de las personalidades más influyentes de la corte de renacentista de los Reyes Católicos.
Destaca la belleza singular de sus salas, en las cuales se ven representados hermosos motivos geométricos mudéjares realizados con estucos y pinturas, aportándonos así mismo un legado único e irrepetible. Otra particularidad radica en no haber sido construido sobre un cerro como suele suceder con fortalezas de este tipo, su sistema defensivo aprovecha los escarpes del terreno, el cual sirve de asiento a este castillo, que se alza sobre un ancho y profundo foso. Una romántica historia de amor fue protagonizada por el marqués de Cenete, hijo del gran cardenal Mendoza, éste terminó escaldado por las brasas lanzadas desde las almenas, cuando pretendía a una dama de los Fonseca.
Estos últimos decretarían que el castillo no podría ser heredado por mujeres, para evitar de esta forma que la propiedad de la fortaleza pudiera salir de la familia Fonseca. Gracias a este decreto, paso a manos de D. Antonio de Fonseca, capitán de prestigio de los Reyes Católicos.
D. Antonio amplió las defensas del castillo, construyendo el actual foso seco. Estas defensas fueron puestas a prueba años después en un ataque del marqués de Cenete, y en 1521, por las tropas comuneras, que respondían así al ataque llevado a cabo por Antonio de Fonseca a Medina del Campo.
Esta fortaleza con los años se transformó en prisión estatal, teniendo al Duque de Medina Sidonia como uno de los presos más ilustres.
Debido a la caída en desgracia de la familia Fonseca y a enlaces matrimoniales, este castillo pasó a ser propiedad de los Duques de Alba, que siguen siendo los actuales propietarios.
En él instalaron un archivo, que tras su traslado a Madrid supuso el final de la vida útil del castillo. Durante la ocupación francesa del siglo XIX, el castillo fue saqueado, pero el mayor daño sufrido fue a causa de un administrador de la Casa de Alba que subastó materiales y piezas únicas de este castillo a espaldas de la familia. Este expolio convirtió definitivamente el Castillo de Coca en una ruina.
Afortunadamente se han podido salvar algunas piezas de cerámica mudejar que engalanaba suelos y paredes y pueden aún admirarse.


En el siglo XX, fue declarado primero Monumento Nacional, más tarde Monumento Histórico Nacional y en 1954 fue cedido al Ministerio de Agricultura por 100 años menos 1 día, para así no perder la titularidad. Fruto de esta cesión ser realizaron labores de restauración en los años 50’s del siglo XX para adaptar el castillo para ser Escuela de Capacitación Forestal y atractivo turístico.
Su sistema defensivo consta de tres partes: el foso, que no es visitable y dos recintos amurallados con torreones. Además, dispone de un puente levadizo sobre el foso, que conduce al primer recinto amurallado; tras él, se registra una puerta rejada que lleva al patio de armas.
Uno de sus mayores atractivos es subir a lo más alto de la torre del homenaje, desde donde se puede divisar los castillos de Cuéllar y de Íscar. Otras estancias interesantes son las mazmorras, la sala del consejo o sala de las fuentes, que por su forma octogonal posee unos muy curiosos efectos de sonido.

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