Castillo de Mandl

El Castillo de Mandl se encuentra rodeado de un magnífico paisaje, sobre la ladera de las sierras que limitan La Cumbre por el Este, actualmente tiene unos 800 metros cubiertos y el total de la propiedad son 17 hectáreas.
Ubicado en La Cumbre, Provincia de Córdoba, Argentina, en el Valle de Punilla, significa sumergirse en las sierras cordobesas,  el imponente Castillo de Mandl se encuentra rodeado, no sólo por un magnífico paisaje, sino también por una particular historia, llena de leyendas.
El hoy conocido como Castillo Mandl, fue originalmente construido por el arquitecto Emilio Maissonave a pedido del médico rosarino Bartolomé Vasallo, con el fin de ser utilizado como residencia veraniega, en 1930. Por aquel entonces todos lo llamaban “el Fuerte”. Su estructura ostentaba  torres, contrafuertes, almenas, un cañón de utilería que custodiaba la entrada, y un busto en tamaño natural de Edelmira Quintana, la mujer del médico. La historia del lugar está colmada de leyendas.
En ese entonces, su estructura ostentaba torres y almenas, y era conocido como “el fuerte”. Una década más tarde, pasaría a pertenecer al aristócrata austríaco Fritz Mandl, quien había desembarcado en la Argentina buscando refugio de la peligrosa Europa. Dueño de un espíritu de vanguardia, Mandl llevó a cabo una remodelación plena de modernismo para la época .

El Fuerte, tal como se veía en 1930

El arquitecto Emilio Maisonnave nació en Mar del Plata  el 9 de mayo de 1906. Realizó obras importantes, entre ellas, la sede central del Banco Provincial de Santa Fe, en Rosario.
En Buenos Aires, el edificio de Cerrito 760 (hoy sede del tribunal de Justicia de la Ciudad) junto con el arquitecto Juan B. Durand.

Vasallo quería un edificio colonial con torres y almenas, etc. Se sentía un señor feudal, comentaba Maisonnave. El y Ernesto Manzella (que había sido su compañero de estudios en la Facultad y con quien trabajaban juntos, como jóvenes arquitectos asociados con Durand) querían disuadir al medico famoso de las exigencias que imponía, pero Durand les decía a ellos: Llévenle el apunte que va a pagar bien.

Además de ser un cirujano de enorme fama y contracción al trabajo, que comenzaba a trabajar a las 4 y media en verano y a las 5 y media en invierno, y que llegaba a operar de cinco a seis enfermos por día, Vasallo era propietario de siete estancias en Entre Ríos: El Sauce, La Unión, San Carlos, La Margarita, El Triunfo, La Graciada y La Energía, consideradas modelo de explotación ganadera y agrícola.

Vasallo daba señales de su presencia en la morada, izando una bandera azul y acostumbraba con su esposa a pasear a caballo por las calles de La Cumbre. Donó su castillo a la Municipalidad pero, en 1942, el oneroso costo de mantenimiento hizo que el municipio lo llevara a remate público. Si hasta entonces su particular fisonomía lo había convertido en una atracción turística, su nuevo dueño, Fritz Mandl, le sumaba los rasgos de su personalidad poco común para transformarlo en centro de permanentes comentarios.

Sonia Baraldi de Marsal, residente en Los Cocos, recuerda que siendo niña mas de una vez  fue con sus padres, el doctor Alberto Baraldi y Clemencia Casas Duchesnois, a tomar el té al castillo del doctor Vasallo. Recuerda que entraba en un hall en penumbra y había un busto de Edelmira Quitana, la esposa de Vasallo, que le impresionaba mucho (me asustaba) porque le parecía toparse con la dueña de casa. Había un foco que iluminaba directamente al busto, que estaba sobre una columna y tenia una peluca colorada (el color de pelo de Edelmira), pestañas postizas, etc. Era como una replica de sí misma: un día estaba con tules morados, otro día, con una estola de visón… De repente aparecía ella a saludar y Sonia veía a las dos, era como muy teatral. Edelmira cambiaba el abrigo, los adornos, del busto y explicaba: Quiero ser todos los días distintos para mi marido. Vasallo era bajo, solía estar vestido de oscuro, con cuello duro, chaleco. Usaba pertinentes (anteojos sin patillas. Era zezioso. De extracción social humilde, ganaba muchísimo dinero como cirujano que era. Se concentraba en operaciones de apendicitis. Edelmira Quintana provenía de una familia de abolengo. En mi familia tenemos mas brigadieres que los Alvear, decía. Y Vasallo le comentaba a Maisonnave: mire en que cosas se viene a preocupar mi mujer.

Sus interiores tienen, el inconfundible sello del diseñador francés Jean Michel Frank, cultor del minimalismo en el siglo XX , de Diego Giacometti y mobiliario de la prestigiosa Casa Comte. Así, fueron eliminados los elementos que lo caracterizaban como una fortaleza más que como una residencia, y se logró un estilo muy particular y de avanzada para los años ’40.

La elegancia y el confort se unen en las suites del Castillo por las que han pasado, a lo largo de los años, personalidades históricas y de la nobleza. Cada habitación es singular en su mobiliario, disposición y estilo, así, el ambiente que se logra se acerca mas al de una residencia privada, en la que cada espacio tiene su propio lenguaje.

Mandl fue un personaje novelesco que recorrió como protagonista buena parte del siglo 20.
En Austria heredó una fábrica de armas desde la que ayudó a pertrechar a la Alemania de Hitler, y la primera de sus cinco esposas fue una actriz vienesa que filmó el primer desnudo total de la historia del cine.
Una pelea personal con el ministro nazi Hermann Göring acabó con la expropiación de sus bienes en Europa, y a mediados de los años ’40 llegó como refugiado a la Argentina con su Rolls Royce, una corte de mantenidos y una tonelada de oro en lingotes.

Aquí abrió fábricas y empresas durante el peronismo, que debió cerrar cuando los norteamericanos lo hostigaron sospechándolo de nazi y, tras su muerte en Viena, en 1977, se desató una guerra por su herencia que tardó años en resolverse.
En 1944 lo compró el aristócrata, fabricante de armas, austríaco Fritz Mandl, quién había desembarcado en la Argentina buscando refugio de Europa.

A partir de entonces lo visitaron numerosas personalidades europeas: nobles, políticos y militares pasaron temporadas allí mientras su dueño permaneció en el país. Luego de su muerte en Viena durante 1977, el Castillo permaneció cerrado durante largos periodos, hasta que comenzó su restauración. Esta labor tuvo como objetivo devolverle a cada uno de sus ambientes el esplendor de aquellos años, cuidando todos los detalles.

Dueño de un espíritu de vanguardia, Mandl llevo a cabo una remodelación plena de modernismo para la época. Sus interiores tienen, el inconfundible sello del diseñador francés Jean Michel Frank, cultor del minimalismo en el siglo XX, de Diego Giacometti y mobiliario de la prestigiosa Casa Comte.

Así, fueron eliminados los elementos que lo caracterizaban como una fortaleza más que como una residencia, y se logró un estilo muy particular y de avanzada para los años 40. A partir de entonces lo visitaron numerosas personalidades europeas: nobles, políticos y militares pasaron temporadas allí mientras su dueño permaneció en el país.

El castillo de La Cumbre fue el último escenario argentino en la vida de Fritz Mandl. Allí vivió por temporadas con sus dos últimas esposas, allí guardaba su colección de arte.  Luego de su muerte en Viena durante 1977, el Castillo sirvió como lugar de veraneo para Gloria, hija de Fritz, quién veraneaba con su familia y amigos todos los años, posteriormente, según la versión oficial, Alejandro Mandl, hijo de uno de los matrimonios de Fritz, quién había partido a Europa, ofreció a su amigo Hugo Anzorreguy tomar a su cargo la propiedad a cambio del mantenimiento y el pago de gastos y tasas.

Anzorreguy lo hizo reparar, remodelar y reequipar, convirtiéndolo en el lugar de descanso de su familia, y a la vez en sitio de peregrinaje de lo más granado del menemismo (incluso el propio Carlos Menem) y hasta escenario de una memorable despedida de año junto a jueces federales de la Capital.
En principio quiso hacer del Castillo Mandl un spa. El proyecto quedó de lado, tal vez porque su mujer se entusiasmó con la mansión o, tal vez, porque un spa era un negocio poco recomendable para guardar secretos. Lo cierto es que los agentes de la Side menemista pasaron sus bucólicas vacaciones mientras jugaban al golf.
Desde diciembre de 2006, el castillo, con su parque de 11 hectáreas, se ha transformado en una hostería de 15 habitaciones, en la que misteriosos recuerdos aún flotan entre sus paredes de piedra y que ofrece a sus huéspedes participar del encanto del lugar.

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