Arquitectura de Al-Ándalus

El Califato de Córdoba

La conquista musulmana de Hispania por las tropas de Musa ibn Nusair y Táriq ibn Ziyad y la caída de la dinastía Omeya de Damasco, llevaron a la creación por Abderramán I, el único príncipe sobreviviente que escapó de los abbasí, de un Emirato independiente con capital en Córdoba. La ciudad se convertiría en un califato de 750 a 1009.
La arquitectura bajo los omeyas evolucionó a partir de la arquitectura de Damasco, con añadidos estéticos locales: el arco de herradura, distintivo de la arquitectura hispano-árabe y fue tomada de los visigodos. Arquitectos, artistas y artesanos llegaron desde Oriente para construir ciudades como Medina Azahara.
La construcción más importante de los Omeyas en Córdoba fue la Mezquita de Córdoba, construida en etapas consecutivas por Abderramán I, Abderramán II, Alhakén II y Almanzor.

Los reinos taifas

Con la desaparición del califato, el territorio se vio dividido en pequeños reinos llamados taifas. Su debilidad política fue acompañada de un conservadurismo cultural, que, junto con el avance de los reinos cristianos, llevó a que los taifas se agarrasen al prestigio de las estructuras y formas del estilo de Córdoba.
La recesión se manifestó en las técnicas de construcción y en los materiales empleados, aunque no en la profusión de la ornamentación. Los arcos polilobulados fueron multiplicados y adelgazados y todos los elementos califales fueron exagerados.
Algunos magníficos ejemplos de la arquitectura taifal han llegado hasta nuestros días, como el Palacio de la Aljafería en Zaragoza o la pequeña mezquita de Bab-Mardum en Toledo, más tarde convertida en uno de los primeros ejemplos de arquitectura mudéjar como la Ermita del Cristo de la Luz.

Palacio de la Aljafería (Zaragoza)

Almorávides y almohades

Los almorávides irrumpieron desde el norte de África en Al-Ándalus en 1086 y unificaron los reinos taifas bajo su poder. Desarrollaron su propia arquitectura, pero es muy poco lo que ha sobrevivido, ya que la siguiente invasión, la de los almohades, impuso un islamismo ultraortodoxo y destruyó prácticamente todos los edificios almorávides importantes, junto con Medina Azahara y otras construcciones califales.
La arquitectura almohade es extremadamente sobria y desnuda. Emplearon el ladrillo como principal material de construcción. Prácticamente la única decoración empleada, la sebka, eran rejillas de rombos realizados con ladrillo. Los almohades también emplearon la palma como decoración, pero no era más que una simplificación de la más ornamentada palma almorávide. Con el paso del tiempo, el arte almohade se fue haciendo ligeramente más decorativo.
El elemento mejor conocido de la arquitectura almohade es La Giralda, antiguo minarete de la mezquita de Sevilla.
Clasificada como mudéjar, pero inmersa en la estética almohade, la sinagoga de Santa María la Blanca, en Toledo, es un raro ejemplo de colaboración arquitectónica de las tres culturas medievales españolas.

La Giralda

Arquitectura nazarí del reino de Granada

Tras la disolución del imperio almohade, los reinos musulmanes del sur de la Península se reorganizaron y en 1237 se estableció el reino nazarí con capital en Granada.
La arquitectura nazarí iba a ser una de las más ricas del Islam. Fue heredera de los otros estilos musulmanes de Al-Ándalus, que los nazarís combinaron, y del estrecho contacto con los reinos cristianos del norte. Los elementos de la ornamentación y estructurales fueron tomados de la arquitectura cordobesa (arcos de herradura) de los almohades (sebka y palma) pero también de creación propia, como los capiteles prismáticos y cilíndricos y arcos de mocárabe, en una alegre combinación de espacios interiores y exteriores, de jardines y arquitectura, pensados para agradar a todos los sentidos.
Al contrario que la arquitectura omeya, que empleaba materiales caros e importados para la construcción, los nazarís emplearon sólo materiales humildes: barro, escayola y madera. Sin embargo el resultado estético está lleno de complejidad y es desconcertante para el espectador: la multiplicación de la decoración, el uso sabio de la luz y las sombras y la incorporación del agua a la arquitectura, son algunas de las claves del estilo. También se integró la epigrafía en las paredes de las diferentes habitaciones, con poemas alusivos a la belleza de los espacios. Los palacios de la Alhambra y el Generalife son las construcciones más importantes del período.

Palacio de la Alhambra

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