El arte renacentista hace al hombre a la medida de todas las cosas. El arte renacentista presupone en el artista una formación científica que le hace liberarse de actitudes medievales y elevarse al más alto rango social. En el arte renacentista, resurgirán tanto las antiguas formas arquitectónicas como el orden clásico, la utilización de motivos formales y plásticos antiguos.
Antecedentes históricos del arte renacentista
El siglo XIV fue un momento de gran crisis; la peste, la guerra de los Cien Años y la reforma protestante hicieron que las personas se alejaran de Dios, en la doctrina teocéntrica para pasar a un antropocentrismo donde el hombre era el centro del Universo. A este movimiento o tendencia cultural se la llamó renacimiento cultural o renacimiento.
Orígenes del renacimiento
El Renacimiento comenzó en Italia, donde la cultura estuvo rodeada por los restos de un otrora glorioso imperio. Los italianos redescubrieron las escrituras, la filosofía, el arte y la arquitectura de los antiguos griegos y romanos y comenzaron a ver la antigüedad como una Edad de Oro que contenía las respuestas para revitalizar su sociedad. La educación humanística, basada en la retórica, la ética y las artes liberales, fue impulsada como una forma de crear ciudadanos equilibrados que pudieran participar activamente en el proceso político. Los humanistas celebraron la mente, la belleza, el poder y el enorme potencial de los seres humanos. Creían que las personas podían experimentar a Dios directamente y debían tener una relación personal y emocional con su fe. Dios había creado el mundo, pero los humanos pudieron compartir su gloria al convertirse ellos mismos en creadores.
Estos nuevos movimientos culturales inspiraron a los artistas, mientras que el comercio de Italia con Europa y Asia produjo riqueza que creó un gran mercado para el arte. Antes del Período del Renacimiento, el arte fue en gran parte encargado por la Iglesia Católica, que dio a los artistas pautas estrictas sobre cómo se vería el producto final. El arte medieval era decorativo, estilizado, plano y bidimensional y no representaba el mundo o los seres humanos de manera muy realista. Pero una próspera economía comercial distribuía riqueza no solo a la nobleza, sino también a los comerciantes y banqueros que estaban ansiosos por mostrar su estatus mediante la compra de obras de arte (la Iglesia también siguió siendo una gran patrocinadora de las artes). A los artistas se les permitió una mayor flexibilidad en lo que iban a producir, y se aprovecharon de ello explorando nuevos temas y técnicas.