Embajada de los Países Bajos en Berlín

El  arquitecto holandés Rem Koolhaas recibió recientemente el Premio de arquitectura de Berlín por su diseño de la Embajada Real de Holanda en la capital alemana. Una nueva exposición analiza el trabajo del mejor arquitecto.
Con su frente y costados de vidrio, la nueva embajada es como una joya reluciente a orillas del río Spree de Berlín. El Ministerio de Asuntos Exteriores de los Países Bajos había pedido un edificio solitario, algo que se destacara por sí solo y que representara una expresión de “apertura holandesa”. El resultado es un cubo de vidrio de ocho pisos muy aclamado, completo con una terraza laberíntica y una vista acuosa.
La Embajada Real Holandesa en Reino Unido marca otra en una larga lista de éxitos para Koolhaas.
Pero Koolhaas no ha hecho nada para ofender a Berlín. De hecho, la ciudad está mostrando su aprecio por el arquitecto con una exposición en la Neue Nationalgalerie. Hasta el 20 de enero, los fanáticos de uno de los arquitectos contemporáneos más comentados pueden admirar una extensa muestra de su trabajo. La exposición es una rara oportunidad de ver los diseños y proyectos innovadores que se han desarrollado y desarrollado en la Oficina de Arquitectura Metropolitana (OMA) de Koolhaas. Cuenta con modelos arquitectónicos, instalaciones cinematográficas, un archivo de películas y un nuevo concepto para una tienda de museo.


Arquitectura del edificio

Después de la caída del Muro de Berlín, las pautas de planificación para la reconstrucción de Berlín exigieron que los nuevos edificios reflejaran el estilo arquitectónico local del siglo XIX. Situado en Mitte, en el antiguo tramo Este y junto al Spree, el proyecto propone una interpretación flexible, más abierta y transparente de este precepto.


Ligeramente retranqueado para alinearse con una hilera de acacias, un volumen monolítico y exento, de 27 x 27 metros, es envuelto por un volumen en forma de L, creando un espacio abierto y cumpliendo estrictamente el perímetro de la manzana. El cubo, de cristal, y sus alas, con una celosía metálica, se elevan sobre una plataforma que sirve de zona de aparcamiento y enlaza con pasarelas peatonales a diferentes alturas. El espacio entre ambos, ocupado por un acceso para vehículos a ras de suelo, marca el inicio del recorrido por el edificio, que asciende en zigzag a lo largo de las ocho plantas, ofreciendo vistas de la ciudad y escapando en ocasiones a las limitaciones del contenedor: en la sala de conferencias, con un voladizo de cinco metros, y en el pasillo acristalado que da a la Klosterstrasse. Todo el programa del edificio, desde el vestíbulo hasta la terraza, se subordina al paseo marítimo, convirtiendo los espacios servidos en espacios de servicio y viceversa.

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