El célebre Cardenal Mendoza se hizo grande al tremolar el primero desde la torre de la Vela, cuando la conquista de Granada el glorioso signo de redención que puede verse en el Ochavo en la Catedral. Pero se hizo más grande todavía su pensamiento, su corazón y su dinero a la sublime tarea de hacer el bien.
Y para hacerlo por siempre fundó ese Hospital. La portada del Hospital de Santa Cruz es bellísima, admirable, magna. La maravilla que tejiera aquel matrimonio artístico -ojival renacimiento- con los floridos amores de su luna de miel.
Todo el mundo lo admira como una maravilla. Cuando los franceses establecieron su dominación sobre España quisieron llevársela a trozos para enriquecer los museos de su país.
Pasando por su arco de medio punto se accede al vestíbulo del famoso Hospital.
Algunas estatuas, entre ellas la de Alfonso X el Sabio, el que reconstruyó el Puente de Alcántara cuando la gran avenida del Tajo lo hunidera parecen ser guardianes de la entrada al edificio, silencioso, vacío.
Y entramos en sus grandes y largas salas, trazadas en forma de cruz griega o de brazos iguales, lo mismo la de arriba que la de abajo.
Sobre el centro de esa cruz, envía luz a raudales una soberbia cúpula octogonal, airosa e imponente. Esa luz nos permite admirar el artesonado del piso bajo, que es de estilo Renacimiento y el piso alto, que es de estilo mudéjar.
Nos permite ver que los ángulos y arcos están profusamente decorados y que el antepecho es un bello ejemplar del Renacimiento también.
Y pasamos a los patios interiores. Son dos, pero el más interesante es el mayor. es un patio lleno de silencio evocador. Es muy parecido, en su estilo a los que hemos visto en el Hospital de Talavera, Asilo y Alcázar.
Se cree que las columnas que sostienen los arcos pertenecieron a la Basílica de Santa Leocadias, como los del Cristo de la Luz.
Hay que fijarse en la escalera que desde este patio conduce al piso superior. Es de estilo plateresco, muy bella, así como el artesonado arábigo y plateresco que es de exquisita labor.
Hemos visto lo más interesante del Museo de la Cruz cuyo edificio está enclavado en el mismo sitio donde unos siglos atrás se levantaba un palacio árabe y antes que el árabe el visigodo.
El gran Mendoza no pudo ver empezada esa obra magna puesto que murió en 1495 tres años después de la conquista de Granada. Pero como la dejó en su testamento, la Reina Isabel la Católica que era la encargada de hacerlo cumplir, eligió el terreno donde debía edificarse.
Tampoco pudo verla terminada la gran Reina que murió apenas empezado, en 1504 y el arquitecto Enrique Egas no lo terminó hasta diez años después en 1514, cuando moría precisamente Doña Juana la Loca víctima de la locura de amar.
Los tres grandes personajes que más directamente intervinieron en la obra fueron: el Cardenal Mendoza que la fundó, el arquitecto Enrique Egas que tan maravillosamente interpretó el pensamiento del fundador, y a la Reina Isabel que puso su regio empeño en que se llevara a feliz ejecución.