Edificio Atalaya

En la década de 1960, el estudio barcelonés a cargo de Federico Correa y Alfonso Milà recibe el encargo de dirigir la construcción de un proyecto de rascacielos, firmado por el arquitecto madrileño José Luís Sanz Magallón. Sin embargo, tras no ser éste aceptado por la Comisión Municipal, la promotora Atalaya de Barcelona finalmente encarga a Correa y Milá rehacer el proyecto, dando lugar al célebre Edificio Atalaya de Barcelona.
El proyecto definitivo, posteriormente galardonado con un Premio FAD en 1971, es un rascacielos de 22 plantas y 4 sótanos que incluye oficinas, comercios, un restaurante con vistas panorámicas a la ciudad y apartamentos de lujo. Esta promoción tiene lugar en una década de crecimiento sin precedentes y dinamización de la economía de los servicios en toda España, especialmente en las grandes ciudades como Barcelona o Madrid.


La planta de la torre, organizada en forma de esvástica, está diseñada en base a una retícula cuadrada de 1 x 1 m. A su vez, la fachada, de muro cortina, está completamente cubierta con piezas de piedra artificial de la misma dimensión, aportando al edificio unidad formal y estética, además de cierto carácter modular. Las variaciones volumétricas que adquiere el edificio en sus distintas plantas (balcones y tribunas), así como las diferentes piezas que las resuelven (jambas, barandillas y dinteles) están también dimensionadas en base a la proporción 1 x 1. Se trata de un sistema compositivo sencillo, elegante y práctico, capaz de resolver por completo la fachada de todo el edificio con la simple repetición de un mismo elemento.


El proyecto del Edificio Atalaya se enmarca en la modernista Escuela de Barcelona, una generación de arquitectos catalanes de las décadas de 1960 y 1970 con mucha presencia en la ciudad. Tanto Federico Correa como Alfonso Milà estuvieron vinculados a este grupo de profesionales cuya obra, en cierto modo, supera los preceptos del movimiento moderno “clásico” representado en Barcelona en la figura de Josep Lluís Sert. Los arquitectos de esta generación, a la que pertenecen también Oriol Bohigas o el joven Ricardo Bofill, se decantan por la utilización de materiales tradicionales y autóctonos adaptados a un diseño moderno, pragmático y sencillo.

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