Los techos a dos aguas son los techos compuestos por dos faldones o aguas unidos en el medio. Este techo es mayormente elegido en lugares cuyos climas lluviosos o de fuertes nevadas, ya que por su propia inclinación permite el desagote del agua o la nieve por simple gravedad. Los cerramientos del edificio hacia los que no vierte el agua acaban en una forma triangular que se denomina hastial o piñón.
Los faldones que componen estos tejados deben tener una inclinación mayor al 10% de igual ángulo, de manera que si son observados desde un lateral conforman un triángulo simétrico. Esta cubierta tiene una capa de protección y se compone de piezas impermeables –generalmente tejas cerámicas curvas o planas- colocadas sobre una base y solapadas entre sí; por esto impiden que el agua penetre la cobertura.
A su vez, cuanto mayor sea la inclinación, se evita la posible entrada de agua en las juntas del tejado. En este sentido, las cubiertas de tejas exigen una pendiente mínima del 15%. Los aleros –las prolongaciones en voladizo de los faldones- también contribuyen al escurrimiento del agua y a la preservación térmica de la vivienda.
Tradicionalmente, el espacio bajo el techo a dos aguas se empleaba para la ventilación e impedía la aparición de humedad. Actualmente, como ese espacio es habitado, deben utilizarse debajo del techo materiales que permitan la aislación térmica. Este tipo de cubierta se denomina caliente.
Los techos a dos aguas, son más propensos a sufrir daños por vientos fuertes, ya que la resistencia aumenta según el grado de pendiente. Por ello, en zonas de huracanes o tornados la cubierta a dos aguas debe reforzarse con un soporte estructural adicional.
El techo a dos aguas, al igual que otras cubiertas inclinadas, está compuesto por un soporte estructural (sirve de apoyo a todas las capas), un aislamiento térmico (protege el interior de los cambios de temperatura) y una protección o acabado final (una placa impermeable que facilita el desagüe).